No sé por qué estoy aquí. No hice nada malo. No lo volveré a repetir, aquello que hiciera, te lo juro, por favor, por qué no me puedo ir, con quién tengo que hablar. Protesto en bajito, y ahora en alto, pero tú me miras con desprecio. ¿Cómo puedo agradarte y complacerte para que me dejes marchar? Ansío cuando llegas y luego siempre es nada, no me das nada y eres tú quien tiene la clave. ¿Qué juez tiene que venir? ¿Por qué un juez me retiene? ¿Quién gestiona mi dinero? Sólo estuve con un hombre malo... y fue hace tanto que ni me acuerdo. Aunque ésta cicatriz de la pierna, mírala, la de debajo de la rodilla... ésta me lo recuerda todos los días. Y quiero buscarle, en secreto. Ésto no te lo digo en alto, estoy lo digo para mí. Pero oye, si yo estoy bien. Estas mujeres son viejas, yo todavía no. Y ésta esta loca, yo todavía no. Entonces por qué me miras con desprecio, porque ni te sientas ya a hablarme. Soy parte de esa masa informe, deforme, de seres que perece cada día aquí. Dentro de poco ya no seré visible. Ya he bajado la voz. Esta chica más joven, la loca, todavía me ayuda a despertarme, aunque a veces la quiero matar, pero está viva, y me acerco a su lado para que se me pegue la viveza. Mejor loca que muerta. Me dices que no sé cuidar de mí misma pero prefiero dormir sangrando en un portal de la calle que tu mirada incomodada atravesándome como si fuera transparente, bajo este tejado, indemne.
Por favor, por qué no me puedo ir.